Let's Jazz Tonight

Siguiendo con el tema musical, otro tema pendiente era hablar de Jazz. La intención era hacerlo sobre un concierto al que asistí hace ya unas semanas; hacer un poco de crónica y bañarlo con los tintes personales que suelo añadir en este tipo de experiencias, cuando disfruto y vivo intensamente de la mejor manera posible, el directo, de una de mis pasiones, que como ya sabéis es la música.

Pero aprovecharé esta excusa para hablar no sólo de manera puntual de un evento sino de manera más genérica de mi relación con el Jazz; de recórrer de nuevo el camino que me ha llevado a donde hoy estoy, de observar la evolución que ha habido y de hacer, de algún modo, un modesto homenaje a este estilo musical.

Desde siempre me ha gustado el Jazz, tal vez no de manera muy consciente, desde la distancia, pero su sonido siempre me ha resultado agradable de escuchar. A pesar de ello, si tengo que escoger el inicio verdadero de este camino me tengo que remontar unos tres años atrás, cuando mantenía habitualmente charlas con un amigo sobre música, de todo lo que me gusta, de la variedad de géneros y estilos que puedo llegar a tocar y de mi gran apertura a nuevas historias, a probar y no tener prejucios ni reparos en escuchar nada nuevo para mi. Pero a pesar de mi gran capacidad de escuchar música variada, todas las conversaciones giraban alrededor del Rock y el Heavy. Me podían gustar otros estilos, pero no les hacía mucho caso o no insitía en ellos.

Al concocerme un poco en este sentido, mi amigo, con el que compartía gustos y me entendía muy bién, un buen día me dijo que tarde o temprano caería en las redes del Jazz; por mi gusto por la música y mi eclecticismo, era inevitable. Lo que pensé entonces es que eso era algo que vendría con la edad, cuando uno pierde cierto interés en la fuerza o potencialdel Rock y el Heavy y busca un lugar de mayor recogimiento y tranquilidad. Como ya decía antes, podía escuchar Jazz, pero no tenía ningún interés, no sentía ninguna necesidad. También era para mi un mundo oscuro, desconocido totalmente, no me llegaba ningún tipo de información de manera natural como otros estilos en diferentes medios, era algo que estaba fuera de mi alcance. No sabía absolutamente nada y, seguramente, esto también me condicionaba o me echaba para atrás, me hacía tener respeto a la hora de adentrarme.

Por esa época hice mi primer viaje con la excusa de un concierto. Y como me gustó la experiencia, unos meses después decidí programar una semana de vacaciones en San Sebastián, porque era una ciudad que me atraía muchísimo y porque coincidía con su festival de Jazz, Jazzaldia. Me apetecía probar.

Ni que decir tiene, no lo voy a descubrir yo ahora, que San Sebastián es una ciudad fascinante. Pero esto ya sería un tema que ocuparía una o varias entradas en exclusiva.

Estamos, entonces, en San Sebastián, en su festival. Aprovechando para asistir a algunos conciertos gratuítos que realizaban. Y me gustó. Además todo ligaba: el anocher de los días de verano, la cervecita fresca, sentados al aire libre, el mar de fondo como espectador invitado de excepción y la buena música. Esa música que siempre me había resultado agradable pero que no me atrevía a escuchar de verdad. Ahora esa música estaba ahí, cara a cara. Y yo, disfrutándola. Fue como una especie de revelación a la vez que iniciación. San Sebastián me abrió las puertas a lo que creía un nuevo mundo y que pronto descubrí que en realidad era un inmenso universo.

Y curioso también fue el despegue. Ya que, dentro de mi ignorancia más absoluta de este mundillo, desconocía cualquier nombre por el que empezar. Y justo en el festival hubo un momento diferente color: cuando una de las bandas invitó al escenario a dos raperos de su misma localidad para improvisar algo. En esto que una de las rimas citaban a Miles Davis y Duke Ellington. Por ahí empecé, asegurándome personajes importantes, ilustres y populares. Aunque si bién Miles Davis es de sobra conocido por todos, encontrar información de Duke Ellington me costó lo suyo, porque ya me sonaba su nombre anterirormente pero no sabía exactamente como se pronunciaba ni escribía. Al final también di con él.

Ese fue el punto de partida, dos de los grandes. De ahí fuí llamando y abriendo nuevas puertas, probar diferentes caminos, ir descubriendo estilos y músicos.

Así que desde la trompeta de Davis y el piano de Ellington, pasé por el saxo de Charlie Parker y de John Coltrane, el piano de Thelonious Monk y Herbie Hancock, el contrabajo de Charles Mingus y Charlie Haden y otros clásicos y referentes del género y que hace unos días me descubrieron la etiqueta de Bebop. Pasé por otros estilos como la fusión de Weather Report, Return to Forever o la Mahavishnu Orchestra, una de mis debilidades. Pasando también por las manos de grandes guitarristas como Pat Metheny, John Scolfield o Al Di Meola. Grandes bajistas como Marcus Miller, Jaco Pastorius o Victor Wooten. Incluso algún violinista como Jean-Luc Ponty o algún batería como Ginger Baker. También tocando un poco el Jazz latino de la mano de Chucho Valdés, Gonzalo Rubalcaba o Joao Gilberto. I el Jazz vocal femenino de Diana Krall, Norah Jones o Madeleine Peyroux...

De ser un total ignorante he ido descubriendo este lugar, poniendo nombre a los sonidos y los personajes que los hacen llegar a mi. Incluso después de un par de años de esa primera experiencia en tierras vascas he empezado a asistir a algún concierto, algo inimaginable anteriormente. Lo que me ha permitido disfrutar del extraordinario virtuoso del piano Keith Jarrett en el auditorio de San Sebastián o, al que me refería y era la excusa de esta entrada, de la unión de dos monstruos del Jazz fusión como el pianista Chick Corea y el guitarrista John McLaughlin en el Palau de la Música Catalana. Sin olvidarme de las dos ediciones del Vijazz, de un pequeño local en San Sebastián y otro en Londres. Para acabar con el club de Jazz en Barcelona donde pasé una fantástica velada hace unos días.

Ya no soy aquel ignorante de hace un tiempo, pero creo que sólo conozco una muy pequeñísima porción de este universo. Queda mucho que explorar y descubrir: estilos, músicos y locales donde perderse en la noche. Y tengo muchas ganas de hacerlo.

Una extraordinaria música, con infinidad de posibilidades, plagada de los mejores músicos. Capaz de ser íntima, suave y sensual a la vez que transmitir fuerza, pasión y energía. Una música que te abraza, te envuelve, te mima...

¡Qué a gusto me siento atrapado y dejándome llevar en las redes del Jazz!