Manuel de Falla - Amor Brujo

Mi pequeño homenaje en el 134º aniversario de Manuel de Falla.


¿Por qué nos suenan las tripas con el hambre?


Cuando nuestro estómago comienza una serenata de sonidos burbujeantes y flautines no hay quien lo pare. En más de una ocasión nos hemos visto en un aprieto cuando comienza el recital en una silenciosa biblioteca o en una grave reunión de trabajo.
Suenan como burbujas en un cazo con agua o como tuberías de agua con aire. Se llaman borborigmos, una palabra que al pronunciarla describe a la perfección el sonido al que representa. Los produce el movimiento de los intestinos cuando impulsan la comida a través de ellos.
Se producen cuando estamos haciendo la digestión y cuando tenemos hambre. En este último caso el volumen del sonido suele ser más alto. La comida discurre a lo largo de los intestinos con contracciones musculares que la empujan desde la parte alta del intestino delgado hasta el ano. Se llaman movimientos peristálticos.
Estos movimientos baten, amasan y mezclan la comida con diferentes compuestos químicos que segrega nuestro organismo. Durante este proceso se liberan gases, producto de las reacciones químicas. Por eso, los sonidos nos traen a la cabeza la imagen de un líquido burbujeante.

Hormonas que despiertan la sensación de hambre

Tras dos horas con el estómago vacío, nuestro cuerpo reclama más comida. Produce hormonas que nos despiertan la sensación de hambre y estimulan los nervios del estómago que envían una señala al cerebro que comienza de nuevo la contracción de los músculos, que recogen los pocos restos de comida que se han quedado en el estómago y el intestino.
Los sonidos que acompañan a los movimientos intestinales se producen durante 10 ó 20 minutos cada hora hasta que volvemos a comer. Y suenan especialmente alto porque el intestino y el estómago están huecos y el sonido se propaga mejor. Pensar, oler o ver comida también puede desencadenar este fenómeno.
Cuando los ruidos son más fuertes y frecuentes de lo normal pueden ser signo de alguna patología, como por ejemplo síndrome de intestino irritable. En estos casos suele ir acompañado de otros síntomas como diarrea, gases, hinchazón y retortijones. Y por supuesto, hay que acudir al médico.
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Si os roban los instrumentos

Siempre se puede tirar de los teléfonos móviles. Lo de tocar en el metro ya es cosa de cada uno.

Palpatine visits Barcelona

Y más Rollins

"Lo más importante que he hecho en mi vida ha sido escuchar mi voz interior. Esa voz me ha empujado a retirarme y tomarme un año sabático, cosa que he hecho varias veces. Todo el mundo me decía que no lo hiciese, que perdería a mi público. Les dije que no y me alejé de los escenarios. Me escuché a mí mismo, no al mundo. Si alguien quiere aprender algo de mí, esa es mi lección."

"Hay quien ve mi arte como algo complicado, a mí me resulta sencillo. Es difícil poner la música en palabras, pero yo la describiría con una escena. Tengo 10 años, estoy practicando en casa, es domingo, el resto de los chicos juegan en la calle, roban en las tiendas... Llevo 10 horas en un rapto de conciencia. Toco y toco. Llega mi madre y dice: 'Sonny, cariño, es la hora de cenar, así que haz el favor'. Eso es la música para mí, algo que me hace olvidar que tengo que alimentarme para sobrevivir."

Sonny Rollins, leyenda del Jazz.

Marcus y Sonny

Hablando de estas dos grandes estrellas del Jazz, no me he podido resistir poner un par de videos para deleitarse con ellos:



Pasado, presente y futuro de Jazz

Habría que especificar algo más y decir que se trata del pasado, el presente y el futuro de los últimos meses y las próximas semanas dentro de mi agenda musical. Porque si suelto de buenas a primeras que Marcus Miller es el pasado y Sonny Rollins el futuro igual sonaría muy raro.

Ésas son las dos grandes estrellas del año jazzístico personal. La primera, Marcus Miller, tuvimos la oportunidad de verle en la cuarta edición del Vijazz; un festival que ya se está consolidando en el panorama catalán como cita inaludible. Año tras año se cumplen las grandes espectativas pudiendo ofrecer al público grandes nombres del Jazz.

Es el caso de Marcus Miller. El extraordinario bajista es uno de mis favoritos y me encantó poderlo ver en vivo el pasado verano, a escasos metros de mi haciendo revisión del álbum Tutu que publicó con Miles Davis. Una noche muy especial en la Plaza de Santa Maria.

La otra cita es de aquí tan solo un par de días con todo un veterano del Jazz como es Sonny Rollins. El magistral saxofonista también es de mis favoritos en su instrumento, por lo que también veré saciada la ilusión de vivir un extraordinario concierto de un legendario músico.

Entre cita y cita: más Jazz. Porque entre medio se han colado también un par de interesantes conciertos de la mano del Jazz Club Vilafranca. Hace unas semanas pudimos asistir al directo de Land Space, enmarcado en el Festival L'Hora del Jazz, un homenaje a Tete Montoliu, que se celebra en Barcelona pero que nuevamente hace una pequeña incursión en Vilafranca. Concierto de Jazz Fusion que también daba comienzo a la minitemporada otoñal en el Jazz Club. Así, hace unos días se celebró un nuevo concierto; en esta ocasión de Duo Marmalade, dos clarinetistas al frente que nos rememoraban los años veinte y treinta a ritmo de Swing tocando clásicos estándares de la época. La temporada se cerrará en las próximas semanas con dos nuevos conciertos.

Así pues, la agenda está bastante completa. Grandes conciertos y nombres internacionales a la vez de otras propuestas más íntimas y cercanas.

Disfrutando del Jazz.

32, 450, 20.000

La cosa va de números. Hace casi dos años escribí una entrada en la que hacía referencia a tres cifras: 1, 30, 10.000. Hoy tocan tres más.

20.000. Este número es el que me hizo recordar aquella entrada. Ya que representa el doble de canciones que por aquellas fechas llevaba escuchadas y registradas en Last.fm. Significa esto que la música sigue siendo un bastión en mi vida, me sigue acompañando como mi banda sonora personal. Dos años más, un montón de artistas nuevos descubiertos, muchísimos discos disfrutados. Completando cada vez más un amplio abanico de géneros y estilos. Haciéndome más ecléctico si cabe y acercándome a la música en sí, a su esencia. Pudiéndola vivir y disfrutar independientemente de la etiqueta o del nombre, sino buscando su belleza externa o más íntima, palpando sus colores, sintiendo su magia ya sea en la sencillez como en el virtuosismo.

450. Estos son quilómetros. No la distancia que separan dos puntos, dos ciudades, dos personas. Es el terreno aproximado que he corrido desde mediados de Marzo de este año. Fue por aquel entonces que tuve un cambio brusco en mi mentalidad al respecto del running, como tomándomelo más en serio. Seriedad en disciplina, en la concienciación, en el rigor. Porque lo que he aprendido en este periodo, o he vuelto a recordar, es que se puede disfrutar haciendo deporte, en concreto saliendo a correr. Un esfuerzo físico que se puede ver abastamente compensando por lo bién que te lo puedes pasar. Sintiendo el entorno, la vida que te envuelve: las calles, los caminos, el cielo, el Sol. Y sintiéndose uno mismo: tu respiración, tu cuerpo, tu corazón. Te hace estar presente, te hace complice del mundo, te hace sentir vivo. Además, te reporta vitalidad, salud, energía, un estado de ánimo mejor, más positivo. Por lo que no sólo mejoras a nivel físico si no que también repercute en el resto de la vida. Al final, el running es como una metáfora de la vida: en la que puedes aprender día a día, puedes mejorar tus marcas o registros, buscar nuevas metas o rutas o sencillamente disfrutarlo porque sí. Tras estos 450 kms soy mejor. Y no sólo como corredor.

32. Bueno, ésta es la más fácil de explicar: es el treinta de aquel entonces más dos más.