La paradoja de los monos y los plátanos

Vía JavierMalonda.com. Como historieta con moraleja lo meto en la etiqueta de Cuentos. Y como creencias o convenciones establecidas lo entro también en Filosofía. Aquí os la dejo:

En un experimento se metieron cinco monos en una habitación. En el centro de la misma ubicaron una escalera, y en lo alto, unos plátanos. Cuando uno de los monos ascendía por la escalera para acceder a los plátanos, los experimentadores rociaban al resto de monos con un chorro de agua fría. Al cabo de un tiempo, los monos asimilaron la conexión entre el uso de la escalera y el chorro de agua fría, de modo que cuando uno de ellos se aventuraba a ascender un busca de un plátano, el resto de monos se lo impedían con violencia. Al final, e incluso ante la tentación del alimento, ningún mono se atrevía a subir por la escalera.

En ese momento, los experimentadores extrajeron uno de los cinco monos iniciales e introdujeron uno nuevo en la habitación.

El mono nuevo, naturalmente, trepó por la escalera en busca de los plátanos. En cuanto los demás observaron sus intenciones, se abalanzaron sobre él y lo bajaron a golpes antes de que el chorro de agua fría hiciera su aparición. Después de repetirse la experiencia varias veces, al final el nuevo mono comprendió que era mejor para su integridad renunciar a ascender por la escalera.

Los experimentadores sustituyeron otra vez a uno de los monos del grupo inicial. El primer mono sustituido participó con especial interés en las palizas al nuevo mono trepador.

Posteriormente se repitió el proceso con el tercer, cuarto y quinto mono, hasta que llegó un momento en que todos los monos del experimento inicial habían sido sustituidos.

En ese momento, los experimentadores se encontraron con algo sorprendente. Ninguno de los monos que había en la habitación había recibido nunca el chorro de agua fría. Sin embargo, ninguno se atrevía a trepar para hacerse con los plátanos. Si hubieran podido preguntar a los primates por qué no subían para alcanzar el alimento, probablemente la respuesta hubiera sido esta “No lo sé. Esto siempre ha sido así”.

Cuando los derechos de autor van mal

Interesante vídeo sobre los derechos de autor en la actualidad. En inglés pero con subtítulos en español. Quince minutos que merecen la pena ver:


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Increíble imagen de un relámpago en el volcán islandés entrado en erupción hace unos días:


Zacarías, ese extraño elemento

Antes de que acabara la presente temporada regular de la NBA, de la que sólo quedan unos días, quería hacer una especial mención a un gran jugador. Podía haber obtado por lo fácil, por un LeBron James o un Kobe Bryant. Pero de ellos habla todo el mundo. Yo me quería referir y dedicar estas líneas, a modo de homenaje, a Zach Randoph, actual jugador de los Memphis Grizzlies.

Un jugador atípico. Por eso me gusta. Un ala-pívot con una clase indudable y unas condiciones y características para ser una gran estrella en la liga. Unos increíbles fundamentos, una muñequita envidiada por muchos y una gran inteligencia bajo los aros son las extraordinarias virtudes de este jugador. Por eso lo admiro.

Pero, por las razones que sea, se ha convertido con el paso de los años en uno de esos jugadores malditos de la liga. Algo de lo que esta temporada se ha desquitado y ha podido callar algunas bocas.

Empezó muy jovencito en la NBA, con a penas veinte años recaló en una gran franquicia como era Portland. Lo que le cerró muchas puertas, ya que siempre ha contado con grandes estrellas. Pocos minutos de juego en su primera temporada, más bién testimonial. En la segunda empezó a participar más en el juego, pero seguía siendo un actor totalmente secundario.

Antes de empezar una nueva temporada y con la salida de algunas de esas estrellas del equipo, Zach vió su oportunidad. Randolph dejó ir una perla que nadie se creyó: sería capaz de promediar veinte puntos y diez rebotes esa temporada. Son muchos los fanfarrones en la NBA, hay una gran cultura de la calle en los chicos que llegan a ella. Pero, él sí que creía en sí mismo y, a diferencia de otros de esos vendemotos, poseía una enorme calidad para hacerlo realidad.

Así que: dicho y hecho. Temporada de titular y temporada para promediar los números prometidos. Unos números que no están al alcance de cualquiera, son pocos los que cumplen con esos guarismos. De auténtica estrella. Y, números que más o menos ha mantenido desde entonces.

Pero, Randolph estaba en una franquicia maldita, histórica por sus problemas extradeportivos. Por lo que se acabó convirtiendo también en un jugador maldito. Poco se le ha respetado como jugador, incluso como estrella por sus diferentes problemas fuera de las canchas; sobre todo, por el consumo de sustancias prohíbidas. Y su imagen física, la de un tipo muy corpulento que aparentemente parece que le sobren muchos quilos y que no se cuide, le ha ayudado poco.

Aún así, firmó un gran contrato. Recaló en los Knicks de New York cuando su fama estaba por los suelos y, una vez más, demostró en la pista lo gran jugador que es. Una ciudad, una cancha y una afición muy difíciles, pero junto a Jamal Crawford se convirtió en la estrella del equipo.

Y cuando mejor parecía que le iban las cosas, a mediados de su segunda temporada, los Knicks decidieron traspasarlos a los dos. Una franquicia que no tiene muy claro su horizonte y que no ha dejado de dar vaivenes en los últimos años se deshacía de sus dos mejores jugadores. Crawford se iba a los Warriors mientras Randolph recalaba en unos flojos Clippers.

Sus números tampoco dejaban de ser buenos, pero el pasado verano la franquicia angelina lo dejaba marchar a Memphis, uno de los peores equipos de la liga. Con su fama de problemático parecía una pieza que no encajaría en un equipo plagado de jóvenes jugadores aún por formar y seguir creciendo. De nuevo, volvía a dar la impresión que nadie lo quería en sus filas.

Pero este año se ha descubierto. Con su trabajo y juego se ha ganado la admiración de todos. Memphis ha sido una de las revelaciones de la temporada y hasta hace pocas fechas podía haber optado a Playoffs. Y todo merced a un bastión en el juego interior como ha sido Randoph, alrededor del cual se ha formado un equipo de talentosos y correosos jóvenes. Y a pesar de la fama de individualista, ha formado una poderosa pareja interior junto a Marc Gasol, sin lugar a dudas, de las más sólidas de la liga. Numerosos han sido los partidos en los que ha acabado con unas estadísticas estratosféricas y el juego del equipo se ha visto beneficiado convirtiéndose en un equipo rápido y divertido de ver.

Tal ha sido su impacto esta temporada que ha nadie sorprendió que fuera elegido por primera vez en su carrera para participar en el All-Stars. Por números, se lo podía haber ganado mucho antes, pero ha tenido que esperar a esta temporada para recibir el respeto de entrenadores, jugadores, prensa y aficionados.

Un jugador diferente. Un talento natural para esto del basket. Atípico. Excelente. Un extraño elemento en la pista.

Estoy hecho un "reader"

Otra afición que recientemente he recuperado es la de la lectura. Hacía algunos meses que había desaparecido su continuidad, incluso durante bastantes semanas no leía. Me costaba horrores, me daba mucha pereza.

En el presente Enero la cosa cambió. Con el regalo de la Autobiografía de Miles Davis me reenganché a la lectura. Y fue la mejor manera. Porque era un libro ni muy complicado ni difícil de leer, sino que permitía la lectura cómoda y continuada. Que te enganchaba para seguir, querías continuar leyendo, saber más y más.

Y entrado en esta buena dinámica lectora, ya son cuatro libros los que he finalizado en las últimas semanas. No parecerán muchos, imagino; pero para el tiempo que dispongo sí que resultan una buena marca. De hecho, los ratos que le dedico cada día son cortitos, salvo alguno que me desmadro y no puedo parar. Pero lo mejor es que se puede decir que cada día estoy un rato leyendo, ya sea más o menos, casi no descuido ninguno. Y ahí es donde radica el buen hacer de un reader: leer cada día.

Así que me gustaría hacer un repaso de este periplo lector que me ha devuelto la ansias por leer.

Empezamos, como ya decía, por la autobiografía de Miles Davis. Un libro que me enganchó desde la primera página. Porque a diferencia de lo que podría ser una biografía, aunque fuera autorizada, estaba viviendo la historia de Miles Davis en primera persona. Hablando como el habla, con su lenguaje plagado de tacos e insultos, sin omitir nada. Más real no podía ser. Un tipo fascinante ya que vivió la época dorada del Jazz y se rodeó en todo momento de los mejores músicos de la época.

Igual que otros muchos músicos de entonces, era un hombre con dos o más vertientes. Por un lado estaba su vida privada, su manera de pensar, su comportamiento que, realmente, dejaba mucho que desear. Tal vez era fruto de la época que le tocó vivir y de sus circunstancias; pero como persona difícilmente podría ser considerado un buen referente.

Y, por el otro lado, estaba el genio. Un maestro de la trompeta. Un virtuoso y gran compositor. Y en este libro se respira muchísima música: los lugares, los músicos, los discos... Narrado en primera persona hace que te acabes empapando de un buenísimo Jazz. Te hace sentirlo muy a dentro. Tal es así que Miles Davis era uno de esos artistas que tenía medio en el olvido, la trompeta no ha sido nunca un instrumento muy atrayente para mi. Pero a medida que iba leyendo, que me iba adentrando en su mundo, en su percepciones, conociendo el significado de cada cosa y de los detalles que enriquecen cualquier motivo, iba apreciando mejor el sonido de su trompeta y de sus buenas composiciones; descubriendo así la grandeza de sus discos, de los cuales he escuchado la mayoría. Convertiéndose así en uno de los artistas que más he escuchado hasta la fecha.

Nada más finalizarlo me quedé con unas ganas muy grandes de seguir leyendo. Había surgido esa necesidad que te hace buscar un nuevo libro.

Hacía tiempo que no compraba ningún libro, por lo que no había ninguna novedad a la que echar mano. Así que recuperé uno de esos libros que están olvidados en la estantería. Diría que hacía como dos años que lo compré pero que no había leído. Tocaba hincarle el diente.

Se trataba de Shangri-La de Julio Murillo. Era también lo que necesitaba después de la autobiografía de Miles Davis. Un libro muy fácil de leer. Una novela que te engancha. Así que saciaba el hambre lector que tenía en esos momentos.

Una historia ficticia de como un reducto de nazis había subsistido hasta la actualidad. Más bién que un reducto, una especie de secta oculta o sociedad secreta, un poder en la sombra. Interesante novela de espías y persecuciones. Muy entretenida.

Acabado este libro si que me quedé sin nada que leer. Así que tomé un libro prestado. Uno que me atraía especialemente por el autor: Ken Follet. Los pocos libros que he leído de este afamado autor me han gustado mucho. Por su manera de narrar, por su capacidad de explicarte la misma historia desde muy distintas perspectivas. Te acerca a los hechos desde todos los puntos de vista. De este modo los conoces mejor y te implica aún más en la historia.

El libro en cuestión era Alto Riesgo. Y, casualidad, también iba de nazis. En esta ocasión nos remontaba a los últimos días de la segunda guerra mundial, cuando Francia estaba tomada por las fuerzas nazis y se esperaba una invasión de los aliados. Pero que saliera bién dependía de la buena finalización de una misión llevada a cabo por un grupo de mujeres infiltradas en pleno corazón enemigo.

Una novela que también me ha tenido muy enganchado. Por esa manera de narrar que tiene Follet, que te mantiene en tensión en todo momento. Una tensión que va creciendo, que la vas haciendo más tuya. Hay mucho en juego en cada paso que se da y eres bién consciente de ello. Así que no puede dejar de pasar páginas para saber si hay un siguiente paso y cual es...

Justamente antes de acabar este libro me dejaron otro: Paradero desconocido. Para seguir con la tónica, también ligado con el mundo nazi.

Y ésta ha sido una gran sorpresa. No es que desconociera el libro o de qué iba, que también como siempre, si no que me ha sorprendido el género, la historia y el final.

En este caso se trata de un intercambio de cartas entre dos amigos alemanes en los años treinta. Uno que vive en los Estados Unidos y otro que regresa a la madre patria tras un éxito profesional en América. Basado en hechos reales, a través de estas pequeñas narraciones epistolares vemos cual era el contexto sociopolítico de aquella época, en el que se estaba produciendo un auge del nazismo y se estaba cimentando lo que vendría a ser la segunda guerra mundial.

Un libro muy interesante, escrito sorprendentemente en 1938. También muy fácil de leer. Incluso lo he acabado antes que el otro que estaba leyendo; ya que lo había finiquitado en el trayecto que iba del lugar en el que me lo dejaron hasta mi casa. En unos tres cuartos de hora se puede leer. Y merece la pena. Buenísimo.

Tras este breve paseo por mis últimas lecturas, decir que estoy muy contento de haber recuperado esta afición. Me gusta muchísimo esa sensación de sed de lectura, de ganas de más. De acabar un libro y buscar con ilusión uno nuevo; esa especial emoción de no acabar algo sino de querer continuar por ese camino. De querer continuar sumergiéndote en un mundo de fantasía, que te hace imaginar o que te hace conocer cosas nuevas. Es algo que te reactiva, te enriquece, te llena.

"Seriándome"

Aprovechando las bondades de mi iPod, en las últimas semanas he recuperado una de esas aficiones que tenía abandonadas desde hace meses. Se trata del ver series.

Dada mi condición de trabajar lejos de casa, son muchas horas a lo largo la semana que le dedico con cariño al transporte público. Hay diferentes maneras de distraerse, incluso culturizarse, para aprovechar ese pseudo-tiempo libre: leer, escuchar música, jugar, ver vídeos... o dormir.

Actualmente la cosa está entre escuchar música y las series de TV. Y tras un buen parón, he recuperado un par para que me hagan compañía en los viajes. Una de ellas es House, la sexta temporada. Es de esas series que por horarios no enganchas en televisión, a penas la veo, y cuando te quedas un poco atrás decides ponerte al día en tus horas libres. Y la otra es A dos metros bajo tierra. También la tenía abandonada desde hace bastante tiempo y me he reenganchado para acabar de completar las dos temporadas que me quedan de la serie.

También aprovechando las posibilidades del iPod, a través de Podcasts, he podido ver algún programa de Crackóvia y Polonía que están disponibles para este medio. Programas también que normalmente no veo si no da la casualidad que los engancho en la tele. De este modo, puedo verlos en cualquier momento.

En la recámara tengo más series. No todas ellas para verlas en "movimiento", si no que también las iría viendo en casa. De hecho acabo de finalizar la segunda temporada de Californication. Y ahí están esperando la última temporada de Perdidos, la tercera de Heroes, la cuarta de Weeds, la tercera de Dexter....

Es una buena afición. Y a diferencia de las películas, llámalo ventaja o desventaja, si te gusta puedes seguir con más capítulos.

Mi iPod en Last.fm

Hará algo así como un año, tal vez más, que hacía una pequeña mención a Last.fm, la popular página para socializar la música, con motivo de la llegada a las 10.000 escuchas en mi ordenador.

Entonces me lamentaba que no toda la música que oigo se veía reflejada en estas estadísticas, ya que soy un gran consumidor de música fuera de casa.

Al fin, con un poco de curiosidad, he encontrado la manera de sincronizar lo que se reproduce en mi iPod en mi perfil de Last.fm. Y es que, en la misma página, la pequeña aplicación que ponen en disposición de los usuarios para sincronizar las canciones de algunos reproductores del ordenador, el Scrobbler, también sirve para sincronizar el iPod.

Es algo que me ha gustado porque ahora sí que siento que lo que escucho se queda bién reflejado en mi perfil. Puede parecer no tener ninguna importancia. Pero, creo que sí la tiene: no es lo mismo la música que escucho en casa con toda tranquilidad y que en buena medida pueda tener programada y preparada previamente en una lista que no lo que por la calle o transportes pueda escuchar. Es decir, de este modo se muestra más verazmente mi estado de ánimo para escuchar una u otra música. Se refleja mejor lo que es mi día a día a nivel musical, lo que me apetece, lo que quiero oir a cada momento; ya que así la elección es más fresca, al momento.

Se refleja lo que escucho cada día de manera más real. Y, teniendo en cuenta que suelo decir que la música es la banda sonora de mi vida, se puede intuir cual es mi estado de ánimo, mis inquietudes o el momento por el que paso. Aunque, lógicamente, a veces se elige un artista o grupo por el simple hecho que apetece escucharlo independientemente de todo lo que a ti te rodee. ¿O no es así?