El football es "asín"


Impresionante.

Poco más hay que comentar sobre una de las mejores Superbowls de la historia. Por lo menos, es la mejor que he visto.

Y no porque fuera un festival de anotación, un espectáculo de jugadas para unos y para otros o un no parar de juego frenético. Sino porque en el momento cumbre del partido se vió "la jugada", un increíble lanzamiento y una extraordinaria recepción que pasarán a los anales de la NFL; ya que de esa conexión el campeonato marchó hacia la gran manzana.

Un partido emocionante desde el principio. Los Giants plantaron cara a los todopoderosos Patriots, se avanzaron en el marcador, marcaron el ritmo del partido y conseguieron parar, "sackear" o golpear a Brady una y otra vez como no se había visto en toda la temporada, demostrando que la defensa tambien es todo un arte digno de disfrutar.

Igualado en todo el momento, el choque se podía decantar hacia cualquier lado. Entonces apareció Moss. A falta de poco más de dos minutos conseguió atrapar un pase de Brady para TD, cuando en todos los playoffs sólo había recepcionado dos veces.

Parecía el momento clave, el definitivo. La historia que hemos visto un millón de veces: un equipo modesto llega de manera sorprendente a la final, en la que se encuentra al equipo que ha protagonizado la temporada perfecta y ha destrozado todos los registros y récords estadísticos. En la que las apuestas más favorables les daban como perdedores con una diferencia de 14 ptos. Les plantan cara a lo largo del partido, incluso jugando mejor, se mantienen con opciones hasta el final. Pero en unos playoffs muy flojos llega la magia del equipo grande en el momento justo y sentencia el partido acabando con todas las ilusiones del pequeño.

En esta ocasión no fue así. Se suele decir que dos minutos se pueden hacer muy largos y Eli Manning demostró que no estaban de invitados en la fiesta de celebración de los Patriots y en un drive majestuoso fue avanzando a su equipo.

Y llegó. El auténtico momento clave: Eli está literalmente placado y el partido parece acabar. Pero se zafa de uno, de otro y hasta de un tercero, escapando de fuertes agarrones para retroceder unas yardas y soltar una bomba hacia el sobremarcado Tyree. Y éste, de manera increíble, agarra el balón entre una mano y el casco y en un escorzo imposible mantiene su posesión al caer encima de un jugador que lo derrivaba. De este avance surgió el siguiente pase de Eli Manning para el TD del que era duda para jugar Burres, protagonizando así una de las sorpresas más grandes de la historia de la NFL.

En dos minutos se pasó de la temporada perfecta de los Patriots, que les hubiera alzado al templo de los más grandes, que les convertiría en el mejor equipo de todos los tiempos y que afianzarían en su dinastía con un cuarto título en siete años a todo lo contrario. Al triunfo de los pequeños, de los que sacan el orgullo frente a los gigantes y no se rinden hasta el final.

Y nace así otro tipo de dinastía: la de los Manning. Si Payton logró su primera Superbowl el año pasado tras pasar grandes pruebas en sus ocho años de profesional siendo, tal vez, el mejor quaterback de la actualidad, su hermano pequeño, Eli, que ha crecido a su sombra y seguramente harto de comparaciones y de muchas críticas en el mismo NY consigue tambien el título de manera más precoz y sorprendente.

Buen colofón para acabar esta temporada. Con el que nos recordó que en el deporte no hay rival pequeño, el partido no se acaba hasta que se pita el final y otros típicos tópicos que se mantienen vivos para que cualquier equipo pueda soñar con la victoria en cualquier circunstancia.